Nada podía hacernos pensar, viendo la infancia de Ella Jane Fitzgerald, nacida en el seno de una familia pobre de raza negra, que aquella tímida chiquilla no especialmente bella, nacida en Virginia, un estado del sur donde imperaba la segregación racial, llegaría a ser la cantante más importante e influyente, no sólo de la música jazz sino también de la canción popular estadounidense. Sólo las excepcionales Sarah Vaughn y Billie Holiday podrían hacernos dudar de tamaña afirmación.